domingo, 6 de enero de 2013

El Ara y la Cadena de Unión

Material aparecido en el volumen de arquitectura Símbolo, Rito, Iniciación, La Cosmogonía Masónica (Ed. Obelisco, Barcelona 1992), firmado por Siete M.: M.:.

A L.: G.: D.: G.: A.: D.: U.:


EL ARA Y SU SALUDO RITUAL
Como todos los HH.: sabemos, el Ara es el altar de nuestro T.: que es también nuestro templo y por lo tanto una imagen del cosmos. En el centro de ese espacio, entre la puerta y el Or.: y las Col.: del Norte y del Sur se encuentra nuestro altar iluminado por las llamadas: tres pequeñas luces. 
Esta piedra o ara, por marcar el centro, señala también el eje del taller, es decir, la posibilidad de comunicación alto-bajo, ascendente-descendente, entre la tierra y el cielo que en forma simbólica está representado en el techo. 
Y es a través del rito de nuestros estudios y trabajos, de nuestras ceremonias y gestos invariables que esta comunicación se reactiva y se hace en nosotros, los que nos ponemos entonces en condición de poder recibir los efluvios de lo alto, las inspiraciones emanadas del G.:A.:D.:U.:, las que constituyen todo Conocimiento y Sabiduría. 

Es pues el Ara el punto más importante del Tem.:, a partir del cual, se organiza toda la L.: y los trabajos que en ella se realizan. Es el símbolo de lo invisible por excelencia, que él expresa formal y sensiblemente, y a él mira simultáneamente toda la L.:, tanto el Or.: como los otros puntos cardinales. 
La escuadra y el compás se hallan sobre él simbolizando la unión entre la tierra (la escuadra, el cuadrángulo) y el cielo (el compás, el círculo) ya que él manifiesta el "axis" en el que se conjugan las polaridades. 
Ya sabemos que nuestra L.:, al simbolizar el cosmos, simboliza tanto el macro como el microcosmo puesto que éste es una miniatura de aquél, por lo que el taller es también una imagen de nuestro templo interno y el ara, por ser su punto central, corresponde en el ser humano a su corazón, lugar donde se recibe la palabra y la sabiduría divina -testificadas por el Libro Sagrado que reposa en nuestro altar- lugar de transformaciones y de realización. Hacia esta transmutación están orientados nuestros esfuerzos; lo que es lo mismo que pulir la piedra en bruto, o ir ascendiendo escalonadamente los estadios sucesivos del Conocimiento, que se corresponde con los grados de nuestra Orden. Esta posibilidad de ascenso y superación está siempre presente en el pecho de cada A.:, C.: o M.:, que en virtud de haber recibido la iniciación se halla especialmente cualificado para efectivizar estos símbolos, para hacerlos una realidad interna que vaya actuando en nosotros al ser evocados por la meditación, el estudio y la reiteración ritual. 
Queremos recordar también para finalizar, que el Ara es el lugar en el que efectuamos nuestros juramentos (promesas decimos algunos HH.:), como manifestación visible de una energía invisible y trascendente. 
Sobre ella, como imagen del centro espiritual, y en lo hondo de nuestro corazón, es que hemos aceptado nuestros compromisos internos y hemos prometido cumplirlos, llevarlos a cabo. Esto podría parecer ridículo a aquél que ignorase todo sobre el simbolismo o no hubiera podido salir verdaderamente del mundo profano. Pero no lo es para los Mas.:, los que al comprender el símbolo y el rito en el interior de su corazón, los efectivizan, al vivenciarlos. Por ese motivo es que son tan importantes los gestos rituales, ya que por medio de ellos se renuevan las posibilidades que contienen, pues expresan con exactitud una cosmogonía en movimiento, un cosmodrama, aunque se ignore esta circunstancia. Sin embargo, es obvio comprender que cada vez que pasamos junto al Ara y lo saludamos, no sólo estamos dando una muestra de respeto al símbolo en cuestión y a todo aquello que llevamos dicho acerca de lo que él representa, sino que además renovamos ritualmente nuestros compromisos y promesas masónicas, volviendo a religarnos con ellas precisamente en el lugar de la recepción de las emanaciones del G.:A.:D.:U.:, lo cual constituye un perenne recordatorio de nuestra auténtica calidad masónica. 
Y nos preguntamos, ya para finalizar, ¿acaso no es a esa identificación a la que conduce el caminar "por las vías que nos han sido trazadas" a las que alude el ritual de apertura?
¿Y no son en el fondo esas "vías trazadas" la propia herencia tradicional cuyo origen está en aquel gesto primigenio, y a la que tenemos que actualizar transmitiéndola en el ciclo histórico que nos toca vivir? 

C.: de U.:: 
Como todos conocéis, al final de nuestras ten.: finalizamos el rito con la llamada C.: de U.:. 
Esta cadena que nos une a todos, desde el V.:M.: a los nuevos AA.: tiene, entre otros, dos significados que desearíamos destacar en este momento. En primer lugar, es una imagen en el plano de la cadena vertical que entronca con los orígenes de nuestra Orden y asegura una transmisión regular, a través de los iniciados de todos los tiempos, con el G.:A.:D.:U.:. Esto se produce por medio de nuestros símbolos, ritos y mitos que no son sino manifestaciones prototípicas de arquetipos permanentes que, hoy como ayer, están presentes en el plan y la estructura cósmica. 
En segundo término, y como su nombre lo indica, significa la unión efectiva y real de los integrantes de la L.: en una nueva entidad que rechaza las individualidades para integrarlas en un organismo unitario de energía y alcance mayor por sus propias características transpersonales, conformando así un colectivo cuya fuerza es más grande que la suma de los elementos individuales, como bien lo sabéis por propia experiencia, pues ya habéis participado en su composición. Haciendo la salvedad que esta cadena fraterna no sólo se refiere a nuestra L.:, o a nuestras obligaciones con toda la hermandad Mas.:, sino a la humanidad en general, y en particular a la totalidad de los iniciados que hubieran conocido el camino del conocimiento por otras vías diferentes a la nuestra. 


Debemos recordar sin embargo que cuando comienza a formarse, esta cadena, está incompleta y hay un vacío en ella, un eslabón que aún no ha sido cerrado, por lo que el V.:M.: pregunta: "Q.:H.:, M.: de C.: ¿Por qué está rota la cadena?" 
Y el M.: de C.: responde: 
"Por nuestras imperfecciones V.: M.:". 
Entonces el V.: M.: vuelve a preguntar: 
"¿Cómo podemos cerrarla?" 
Y el M.: de C.: contesta: 
"Con las palabras sagradas de Sabiduría, Fuerza y Belleza. Uno para todos y todos para uno, repetidas tres veces". 
"Cerradla, querido hermano", ordena el V.:M.:, y mientras el M.: de C.: lo realiza, los integrantes de la L.: pronuncian tres veces las palabras sagradas, sus brazos derechos sobre los izquierdos y engarzando los dedos con los de los lados, constituyendo un círculo mágico perfecto de concentración de vibraciones, un dínamo generador, no únicamente capaz de transmitir su fuerza a cada uno de los integrantes, sino la de emanar a otros espacios visibles e invisibles; Una forma activa de la invocación y también un encantamiento de protección para todos aquellos que tienen la gracia de participar en los misterios del Arte Sagrado, los llamados guardianes del Templo de la sabiduría salomónica, imagen de todos los templos, los que como parte de sus funciones deben saber estrechar sus filas y trabajar de modo armónico, tendiente a la perfección.

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